martes, 14 de diciembre de 2010

Sonriendo

Hipertrofia del cigomático mayor. Tengo una sonrisa que contar. Quiero contarla sin brillo ni pintalabios color carmín. Quiero contarla como es, sin quelitis ni herpes labiales. Sin gala ni ornamentación.

Eres tú. Causante inherente de mis locuras. Tu brillo pupilar haciendo mella en mi médula espinal. Guardián calmado de mis reacciones enzimáticas. Promotor del aumento de mi volumen sistólico. Autor del lienzo de mi felicidad. Desencadenante del aumento de mi frecuencia cardíaca. Cómplice de disparates de mi sistema límbico incontrolado.

Frente a frente. Choque de miradas. Silencio. Y dejar que pase el tiempo. Ver reflejada en tu retina la certeza de que lo quiero todo contigo. Atravesar hasta llegar a tu memoria y quedarme allí diseñando recuerdos que voy a fabricar a tu lado. Simplemente querer que sigas siendo mi deuda de oxígeno.


...Y es que me encanta como tu relieve ventral encaja a la perfección con mi lordosis lumbar...

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Perdida


Conocía el camino como la palma de mi mano. Y me alejé de él. Porque quise, porque es lo que sentía, porque quería romper reglas, porque añoraba ser una rebelde, pero sobre todo, porque no quería ser lo que los demás esperaban que fuera. Y me iba bien.

Pero últimamente me siento como una hoja en otoño. Volando a merced del viento. Con dirección a ninguna parte. Con final previsto pero camino incierto. Hoja caduca que muere cada año. Pero no hago nada. Resignación admirable, lo definiría yo. Conformismo y sumisión. Lo peor de todo es que cada vez más a menudo se me apaga la sonrisa, me lloran los ojos, y me desaparecen los hoyuelos en las mejillas. Una lástima, lo sé. Pero sigo sonriendo. Sí, pero lo hago por obligación. Porque un día me prometí no dejar nunca de sonreír. Sonrisa triste, aunque sea, pero sonrisa. Y no por mí, sino por los demás.

Y quizás sea eso, demasiadas cuentas pendientes. O quizás es que a esta niña ingenua no le gusta jugar a este rompecabezas. O quizás es que la niebla no me deja ver la luna. O quizás es que estoy viviendo una vida que no me corresponde. O quizás es que me siento culpable de que esto esté pasando. O quizás es que esta historia está empezando a coincidir en muchos puntos con pesadillas del pasado. O quizás es que me falta ese apoyo que estando lejos me das a medias. O quizás... O...

Solamente sé que estoy perdida. Y que no sé qué hacer. Será eso, que ahora sólo estoy existiendo y lo que extraño y de verdad quiero es vivir. Pero es que la vida no tiene recetas. Y posiblemente éste no sea mi sitio, o probablemente sí.

Y es que yo tampoco sé vivir, estoy improvisando...

jueves, 2 de septiembre de 2010

Olor a despedida

No me acuerdo del tiempo que llevo sin escribir. Ni me interesa ya. Me parece una tontería. Sí, me parece una pérdida de tiempo esta literatura barata que escribo. Sucia y falta de talento. Y tras mucho tiempo pensando, decido dejarlo. Es una decisión difícil, no se crean.

Y como ahora tengo tanto tiempo agujereado, adopto la idea de dar una vuelta. Pero quiero un sitio que no me recuerde a nadie, ni siquiera a mí. Quiero un lugar neutral, dónde ni las plantas, ni los bichos me conozcan. Estoy harta de este lugar desgastado, de ese tacto áspero que ahora me invade. Y me siento en un banco y no siento nada o lo vuelvo a sentir todo. Y ya no quiero.

Me derrumbo. Deja de perseguirme. Sí, es que todo es literatura. En mi estantería, algunas de las letras de arte que más han engatusado a los lectores. En el buzón, un panfleto difamador de propaganda política. En mi mesa, la factura del agua. Hasta eso es literatura. ¿Pero saben por qué? Porque todo ello ha sido concebido como literatura, y solamente por el simple motivo de que sus autores saben que existe.

Y me planteo el motivo por el cual escribo. Y cavilo en todo lo que ha sido mi vida. En todo lo que he pasado. Puedo decir que nunca he sido completamente feliz, ni siquiera en esos momentos en los que he tratado de engañarme. Y quizás es porque todo lo que me importaba, se me ha acercado sólo para decirme adiós. Y es que la literatura era mi refugio. Y escribir, mi consuelo. Será por eso, que prefiero despedirme de ella antes que la inspiración me diga adiós.

Sí, este blog tenía una razón. Habéis leído bien, tenía. Ya no. No tiene sentido continuar con algo cuyo motivo de existir se evaporó.

Entonces, ¿por qué no dejo de reprocharme no escribir más? La verdad es que no he dejado nunca de escribir o eso creo, porque así soy yo. Soy escritura. Pero ahora estoy deprimida. Estoy exhausta. Y no quiero escribir más. O mejor dicho, no quiero publicar. Por lo menos aquí. Y creo que ése es el verdadero motivo.

Y quiera o no, esto son los bocetos de un adiós.
Y me guste o no, esto que estoy haciendo hoy es escribir, aunque me pese en el alma...

miércoles, 16 de junio de 2010

Un susurro de ilusionismo

La encontré un día por casualidad. Ruinoso caserón viejo abandonado. La curiosidad me devoró. Entré. Crujido de maderas. Habitación llena de trastos. Inquieta, no paraba de remover entre los cachivaches. Y no sabía porque lo hacía. Mi cuerpo se había convertido en una marioneta. ¿Quién o qué movía los hilos? No lo sé. Pero era una fuerza indescifrable y enigmática la que me guiaba. Y yo me dejé llevar, una vez más. Revolvía. Hasta que lo encontré. Soplé y una cortina de humo salió huyéndome. Era un gramófono. Y desde el primer momento que lo vi, me eclipsé. Y la vibración insonora de sus ondas me invitaba a llevármelo. Lo hicé.

Lo llevaba siempre conmigo. A todas partes. A todo acontecimiento. Era una parte más de mí. El gramófono y yo. Yo y el gramófono. No importaban los paseos con la lengua fuera. No dolían las vueltas a casa asfixiada porque se me había olvidado la púa. Y ¡ay de mí cuando me dejé caer el plato giratorio y creí que se había roto! Éramos inseparables.



Aquella noche, como tantas otras de esas visitas furtivas a tu piel, también estaba. Y sonaba como ruido de fondo. Se cerró la luz. Y juntos caímos envueltos en los brazos de Morfeo.
Bombardeo de colores. Un brazo de ése deslumbrante arco iris matinal me acarició el pecho. Tú dormías. Y mientras, yo te intentaba memorizar los lunares y saber dónde comenzaba tu barba.

Pienso en nosotros. Cavilo en un nosotros en sepia. Parece que estamos a principios del siglo XX. Será la magia del gramófono. Ese halo de nigromancia. O esa aroma a fascinante incienso.
Y no me resisto a darte un beso. Suave, pero cálido. Y despiertas. Me regalas ese brillo que me trastorna.
Es un enigma el cómo suspiras a través de mi pelo enmarañado. Es un misterio verme embobada en tu pupila. Y se me pierde el sentido común, como tantas veces cuando estoy a tu lado.

¿Y quién sabe? Quizás el sonido de los acordes clásicos revoloteando sobre mis pulmones me hicieron comprender muchas cosas.

Y es que si mi mirada baila con la tuya, el momento es lo de menos.

lunes, 14 de junio de 2010

"Aviso, no apto para todos los públicos"

Como el arranque de una película. Sin cortes publicitarios. Sin subtítulos por favor. Versión original, aunque no entienda. Pero voy a intentar captar la esencia. Perdonen si no logro encontrar las palabras adecuadas, pero es que quizás este relato se sale de mi órbita.

Hoy te voy a contar una historia. El fin del principio de esta historia comienza en él. Y el principio del fin no quiero saberlo. Voy a alargarlo como si de un chicle se tratara.

Y quizás se enamoraron con algún licor. Quizás con alguna versión cinematográfica. O quizás entre esas conversaciones candentes a media noche. ¿Quién sabe? O a lo mejor ya estaban enamorados antes de conocerse.

Y a veces son una comedia romántica. Una venganza. Una invitación a mi alcoba. Una palestina. Sí, tienes que taparte los ojos. No toques. Sabor dulzón y pegajoso. Ganas de juego. Risas. Agua. Inundación.

Pero otras fueron una tragedia. Una tragedia con final feliz. No es una antítesis. Es que a mí me gustan los finales felices. Como a todos, supongo. Escape y huida obligada. Y sorpresiva vuelta esperanzada.

O una película de terror. Una noche. Dormir contigo. Tú no llegas. No aguanto más. Te espero en tu cuarto. Suena la bajada del pomo. Tú. Una visión. Un grito. No grites, soy yo. Y encima te tomas la revancha.

Y todo se convierte en cine histórico cuando me absorbes con esas historias. Aspiras mi atención. Y en esos momentos me encanta saber que de noche la que mueve tu alma soy yo y que nadie más lo sepa. Y me eclipso en ese secreto.

En ocasiones consigues que yo sea tragicomedia. Y entonces me da igual convertirme en arquetipo. Me encanta que me incites a buscar ideales. ¿Lo mejor? Que ya no quiero esa lista de ideales clásicos, que si amor, fraternidad, amistad. Me apetece ser felicidad.

También consigues ser como una escena de cine mudo. Porque a veces, sólo a veces, sobran las palabras. Porque me lo dices todo cuando me miras con ese brillo pupilar. Aunque ya sepas que a mí me encandila la melodía alocada de "tus te quieros" retumbando en mis oídos.

Pero el género cinematográfico que sirve de telón es el fantástico. Telepatía. Aura de complicidad. Brotes de paranormalidad. Y juro que no soy yo. ¿No hueles como a magia?

Y todo esto para mí no son solo palabras. O quizás sí lo sean. Pero son palabras que han creado un mensaje.
¿Necesitas que te lo resuma? Dos palabras. Me bastan dos palabras. Te quiero



¿Seguimos grabando?


jueves, 20 de mayo de 2010

Felicidad

Y llega un día que entiendes que todo tiene explicación. Que las cosas siempre pasan por algo. Y te das cuenta de que tu musa ya no es la tristeza y descubres que has aprendido a escribir a la felicidad.

Con la desilusión mezclada en su saliva, y las manos oliéndole a perfume, notó que se le calentaba el alma.
Y empezó a sonar. Esa canción. Otra vez esa maldita canción. Esos acordes en el pecho, esas notas de mariposas revoloteando por su estómago otra vez. Y aún así, a pesar de todo, no podía odiarla.
Sí, le da miedo sentir algo equivocado. Y sí, tiene pavor a enamorarse de nuevo. Y no se había dado cuenta que momentos antes, algo había retumbado en sus oídos, un estruendo metálico había chocado contra el frío suelo. Una coraza. Indefensa. Así está ella. Pero no se cubre. Ya no más.

Y ahora le tiemblan las piernas. Y ya apenas hay fantasmas. Y ahora es feliz. FELICIDAD, con mayúsculas, eso siente. A tu lado. Y no deja de tararear tu nombre. Y cada día que pasa te siente más imprescindible, más necesario. Y sí, sin permiso le estás robando el alma. Y sí, cada noche haces tambalear más su mundo. Y sí, le encantan esos suspiros de tiempo.
Pero por favor, no dejes de hacerlo.
Y quizás sólo tenía que aprender que las mejores cosas suceden cuando menos las esperas...


"Y éste, éste es su momento, y no quiere que nadie se lo quite"

jueves, 13 de mayo de 2010

Sin miedo a la locura


Unos apuntes de carrera entre él y tú. Una tregua de amor entre su sueño y tu salvación. Un sueño que él ya no soñaba y un libro en blanco en el que empezar a escribir. Y entonces era cuando mi mundo entraba en un suspiro.

Quizás era la vida que no viví, era la sangre de un sueño asesinado, los recuerdos que me maquillaban. Las imágenes de un pasado que me abandonó y la melancolía de un presente sin mañana.

Sabía que eras el único que podía. Eres el único capaz de crear una primavera en mi estómago. Eres el único capaz de tambalear mi mundo. ¿Por qué eres el único? Porque lo sentí en tu mirada hace tiempo. Y tú, por lo visto, también lo sabías.

Pero en la más intensa de las tormentas me atrapaste en tu burbuja, casi sin avisar y sin piedad. Me secuestraste en el silencio de tu cuarto por la noche. Luz. Y volví a soñar. Pasajera en trance entre el miedo y la ilusión. No te mentí, tengo miedo. No quiero noches de vida que deriven en noches de soledad y llanto. No quiero que esa luz hoy sean relámpagos de tormenta mañana. Quiero, quiero que sean arco iris al estar entre tus brazos.

Pero quiero cerrar los ojos y volverlo a intentar, aunque sea una cría asustadiza.
Y quiero ser esa niña boba a la que se le iluminan los ojos cuando la acaricias. Y quiero miles de pajaritas. Y quiero la emoción de tener que escondernos y que nadie sepa nada, aunque se nos vea en la mirada. Y quiero que digamos "¡venga, paramos ya!" y no nos separemos. Y quiero que esto siga siendo un vicio. Y quiero que abraces mis días de tristeza. Y quiero oír el latido de tu corazón cuando duermo contigo. Y quiero que sigamos siendo unos tramposos. Y no quiero que me falles, ni quiero fallarte.

Y ahora, sin miedo a la locura, sin miedo a sonreír, descubro que la felicidad es el instante. Y aquí estoy, persiguiendo instantes que mueren a tu lado...

sábado, 1 de mayo de 2010

Incipiente ilusión

Y quizás sólo hay que entender que el destino llega cuando no se le llama. O que las casualidades existen. No lo sé, pero así llegaste tú a dar sentido a mi vida. De imprevisto, de forma inesperada.

Salamanca. Un martes. Determinación. Tarde de estudio. Descanso. Última hora de la tarde. Decisión. Ir de compras. Vestido y anillo. Cansancio para venir andando. Autobús de la línea 9. Un enano juguetón. Y tú. Me miras. Me doy cuenta. Sonrisas. Vuelves la cara. Te miro. Te das cuenta. Sonrisas. Parada. Misma parada. Nos volvemos. Cruce de miradas. Risas.

Un par de miradas. Nos bastaron un par de miradas...

¿Y tú? ¿Crees en el destino? ¿O en las casualidades?

jueves, 8 de abril de 2010

Vienes, te vas...

Tranquilidad. Paz. Desasosiego. Pizcas de curiosidad. Gotas de añoranza. Eso sentía sin saber nada de ti. E intentaba empezar de cero. E intentaba darse a ella misma una posibilidad de ser feliz. Se había suicidado de sus sentimientos hacia él. Y empezaba a ser feliz.

Pero de repente tú otra vez. No. Había decidido que no, que ella merecía algo más. Había intentado grabar a fuego que no tenía porqué aguantar todo ese sufrimiento. Que no iba a ser un segundo en el menú de nadie. Por primera vez no se sentía culpable de todos tus desplantes, de todo lo que había pasado, al contrario, se sentía orgullosa de haber amado a alguien así, porque sabía que aquello había sido especial. Y que no se iba a volver a repetir. Ninguno de los dos volvería a sentir algo igual, lo sabían, porque aquello había sido magia. Y había cerrado con candado, para dejarle fuera.

Inquietud. Y tu insistencia.
Y no sé en que momento te abrió. ¿En qué MALDITO momento te había dejado volver?
¡Mierda! Ahora recordaba que era tontería intentar chapar todo, porque ya te había cerrado dentro y te había regalado el candado y eso, sólo era su culpa. ¡Alé, termina con ella! Como si no fuera suficiente todo lo que había vivido hasta entonces. Pero venga, sólo te queda un golpe. ¿Y sabes que es lo peor? Que ella sólo está esperando temerosa ese puñal envenenado.

Nerviosismo. Oleaje embravecido. Tristeza. Melancolía. Dolor. Otra vez más no, por favor.
Y se vuelve a morir de pena por ti.
Y se derrumba. Por todo. Por ser tan ingenua. Por ser tan estúpida. Por negarse a cambiar de esquemas. Por decir que no a las oportunidades que le podrían conducir a la felicidad. Por hacerle daño a él, que sólo quiere verla feliz.

Y recuerda un cielo precioso. Brillante, iluminado, estrellado. Como esa noche de verano hace tres años, en la que veía esa lluvia de estrellas desde su cama, con el susurro de su voz en su oído.

¿Y ahora? Ahora ella es deseo. Es el deseo de una noche de verano. Es el deseo de la locura. El deseo de la magia. Es el deseo eterno.

Pero para hacer realidad un deseo, primero hay que desearlo...

"Siempre esos sentimientos encontrados, enfrentados.
Tengo ganas de ti y tengo ganas de no tener ganas de ti."



viernes, 19 de febrero de 2010

Un suicidio

Noche rígida, noche inamovible. Claroscuro de luna que tiñe de negro mi alma. Corazón dañado rufián de sentimientos. Espera en vigilia por un hechizo. Abrazo de un desierto de amor. Tatuaje de cicatrices que dejó el mal agüero.

Habían quedado. Sería la primera noche o la última.

En el salón todo listo. Las velas encendidas formando un sentimiento, como aquella vez. La luz apagada para formar ambiente. Las ventanas abiertas porque hace calor. El postre en la nevera.
¡Vaya falacia!
La luz está apagada para no ver las mentiras, las ventanas están abiertas para que una brisa de aire se lleve todas las culpas, y he hecho postre como inversión segura para endulzar la situación.

Pero ahí llegas tú, encendiendo la luz, cerrando las ventanas porque hace frío, y diciéndome que no quieres postre. ¡Qué ingenua soy! Me pierdo en tus ojos verdes y sólo veo cobardía. Gracias por esa confirmación.

Te odio.

Asesino, eres un asesino. Tú mataste esta historia, este cuento. Pero a mí no. Ya lo he decidido. Sí, me suicido. Ya no aguanto más. Estoy harta de agacharme al suelo a recoger los miles de pedazos en los que has dejado mi corazón.
¿Contento?
Eso espero, porque me suicido, me suicido de mis sentimientos hacia a ti.
Hoy es una de esas noches que te desgarran el alma. Pero no de tristeza, sino de felicidad. Ya no más tristeza, ya no más llanto. Ya no más ¡tú!

Duda, indecisión. Un halo de esperanza. No. Sé que no. No vas a cambiar, o quizás es que has cambiado demasiado. Nunca te he importado.
Dudé durante más de un segundo, pero al final me convencí. Apunté al corazón y disparé. Y un borboteo caliente. Como a sangre. Como a hierro. La rosa que me regalaste, manchada.



Tú, confundido; yo, aliviada.

No sé si le dolió, pero seguro que no le importó. Si hubiese querido podría haber salvado ese sentimiento, pero no, su voz enmudeció.

Yo, firme; tú, desconcertado.

Ahora sólo me queda una pregunta : ¿crees en la resurrección?

miércoles, 27 de enero de 2010

Mis escapadas


“El tango es un pensamiento triste que se puede bailar”

Una sala. Enorme. Nadie. Vacía.

Ya era hora, por fin llega. ¡Cuánto lo he echado de menos! Por fin comienzo a soñar y por eso soy feliz.

Una sala. Enorme. Un tocadiscos. Un disco. Empiezan a sonar los primeros acordes y apareces.

Déjame bailar contigo. Concédeme un baile. Déjame que sienta, que me emocione.. No me corrijas si me confundo, no te enfades si me equivoco en el paso, perdóname si te piso y te hago daño. Regálame un baile, aunque sea solamente uno, pero por favor que sea un tango.

Y de repente, floto, como lo hacía antes. Sólo que ahora tengo que subirme en una corchea para alcanzar una redonda, compartir mis sentimientos con una blanca, charlar con una negra o hacer reír a una semicorchea.

Una de tus manos en mi cintura, una de mis manos en tu hombro. Y las otras enlazadas. Como antes. Como tenía que ser. Y de nuevo me vuelve a faltar el aliento. Y otra vez vuelvo a fantasear. Y sé que eres solo un reflejo, un recuerdo, pero me gusta. Aún así, me gusta.

Y te puedo pedir que me cantes, que me susurres palabras bonitas al oído, que me digas qué me quieres. Pero no. Hoy no quiero nada de eso, y hoy mando yo. No me hacen falta las palabras.

Me basta con verte vibrar con cada nota cuando estás bailando conmigo. Me sobra con qué recuerdes con cada sonido. Me colma con saber qué todavía te acuerdas de mi ritmo. Un, dos, un, dos. Sigue así.

Hoy la luna brilla en esa sala, en ese cuarto, porque yo quiero que lo haga. Solos. Estamos solos. Me miras, te miro. Ya sabemos. Nada ha cambiado, aunque haya cambiado todo. Lo siento pero es que dejarse llevar suena demasiado bien. Me preguntó, ¿por qué no?
Y en esos instantes la vida se convierte en un pentagrama. Me encanta su melodía. Me vuelve loca componer. Me apasiona esa clave de sol. ¿Será eso? ¿Será que la clave es el sol? No, la clave es 262777. Lo ha sido y lo será siempre, aunque ni tú ni nadie lo entienda.

No dejes de bailar. Acompáñame un poquito más. Pero los acordes se apagan, las notas mueren, y tú te vas.
El sueño ha terminado otra vez.
Pero yo aún sigo oyendo un tarareo. Tú.

domingo, 17 de enero de 2010

Cuéntame un cuento


Se coló en tu refugio y tú en el suyo.
O quizás sólo era una forma de conjunción, de simbiosis.
Da igual, porque era tan perfecto, tan sublime.

Vivía en un mundo mágico y la llamaban hada. Le gustaba jugar y hacer travesuras. Pero no se encontraba del todo contenta en el bosque de sueños en el que vivía.
Un día decidió cambiar de estanque, quería un estanque nuevo. Quería lanzarse a la aventura, quería cambiar de aires. Y allí lo vio por primera vez. Extraño personaje era, no era un elfo, era un duende. Mi duende.
Un día estaban ambos sentados en un nenúfar y, de repente, tras escuchar unas palabras el hueco del corazón del hada sufrió un derrumbe, desgraciadamente había alguien dentro. ¿Alguien sabe quién era? Sí, el pequeño duende.
Cada uno huía de un pasado que no quería, que le hacía daño. Eso y un gran sentir fue lo que les unió.
Una todavía calurosa mediodía, ella vio algo que le pareció una sombra, la quiso abrazar, pero no pudo, se la escurrió de entre los brazos. No te vayas por favor, no me dejes, vamos a intentarlo. Pero no. Nadie, mejor dicho, el duende no escuchaba su llanto y se marchó. El duende se marchó. Se marchó y la seguía queriendo, sí, pero era demasiado cobarde, y eso era lo que más daño la hacía a ella.

Un espejo.
Tengo miedo.
Una imagen.

Me acerco al espejo con los ojos cerrados y con miedo los voy abriendo. Una sensación de alivio me calma el alma. ¡Ah, sí! Mira mi sonrisa. Espera que se acerca, se aleja, se queda, me huye, se distrae, me presta atención. Me enfado. ¿Por qué eres tan escurridiza? ¿por qué no te quedas conmigo como hacías antes? Vaya, otra vez recordándomelo, lo sé de sobra, sé que fecha es hoy.
Esta noche estaba soñando, pero por primera vez en mucho tiempo no era una pesadilla, de ésas que con ayuda de algodón me golpean con fuerza y luego huyen tras ver la masacre. Un sonido. Un móvil que vibra. Me despierto. Una llamada perdida. Tú. ¿Cómo sabías que soñaba contigo y no me dolía?

Hoy es uno de esos días que estoy enfadada con el mundo, uno de ésos en los que no encuentro consuelo. Hoy es uno de esos días en los que no quiero mirarme en el espejo. Pero lo hago.

Una punzada de dolor y otra vez un cadáver. El cadáver no yacía. Bueno, no yacía como solían yacer todos los cadáveres con esa sensación de paz, de tranquilidad, de reposo. Era un cadáver triste, como si alguien antes de matarle, le hubiese arrancado el alma. Miro más profundamente y me reconozco en él. Dime que esa imagen cadavérica no es la mía. Dime que ésa no soy yo. Miénteme y dime que mi corazón no está así de triste, pero ya es que no soy capaz de engañarme, cada día estoy más frágil, más dañada, más herida, más desilusionada, más desesperanzada.

Y sé que para resucitar solamente necesito sus palabras, pero nunca llegan.

Quizás el hada quiera que le devuelvan sus alas. Quizás el hada no quiere ser hada si tú no estás.
No, en este instante quiero volver a ser sirena para salir del ancho mar e irme a vivir de nuevo a tu bañera...

Mientras sólo soy la luna, o su reflejo triste, porque sin ti nunca más habrá luna llena...