“El tango es un pensamiento triste que se puede bailar”
Una sala. Enorme. Nadie. Vacía.
Ya era hora, por fin llega. ¡Cuánto lo he echado de menos! Por fin comienzo a soñar y por eso soy feliz.
Una sala. Enorme. Un tocadiscos. Un disco. Empiezan a sonar los primeros acordes y apareces.
Déjame bailar contigo. Concédeme un baile. Déjame que sienta, que me emocione.. No me corrijas si me confundo, no te enfades si me equivoco en el paso, perdóname si te piso y te hago daño. Regálame un baile, aunque sea solamente uno, pero por favor que sea un tango.
Y de repente, floto, como lo hacía antes. Sólo que ahora tengo que subirme en una corchea para alcanzar una redonda, compartir mis sentimientos con una blanca, charlar con una negra o hacer reír a una semicorchea.
Una de tus manos en mi cintura, una de mis manos en tu hombro. Y las otras enlazadas. Como antes. Como tenía que ser. Y de nuevo me vuelve a faltar el aliento. Y otra vez vuelvo a fantasear. Y sé que eres solo un reflejo, un recuerdo, pero me gusta. Aún así, me gusta.
Y te puedo pedir que me cantes, que me susurres palabras bonitas al oído, que me digas qué me quieres. Pero no. Hoy no quiero nada de eso, y hoy mando yo. No me hacen falta las palabras.
Me basta con verte vibrar con cada nota cuando estás bailando conmigo. Me sobra con qué recuerdes con cada sonido. Me colma con saber qué todavía te acuerdas de mi ritmo. Un, dos, un, dos. Sigue así.
Hoy la luna brilla en esa sala, en ese cuarto, porque yo quiero que lo haga. Solos. Estamos solos. Me miras, te miro. Ya sabemos. Nada ha cambiado, aunque haya cambiado todo. Lo siento pero es que dejarse llevar suena demasiado bien. Me preguntó, ¿por qué no?
Y en esos instantes la vida se convierte en un pentagrama. Me encanta su melodía. Me vuelve loca componer. Me apasiona esa clave de sol. ¿Será eso? ¿Será que la clave es el sol? No, la clave es 262777. Lo ha sido y lo será siempre, aunque ni tú ni nadie lo entienda.
No dejes de bailar. Acompáñame un poquito más. Pero los acordes se apagan, las notas mueren, y tú te vas.
Ya era hora, por fin llega. ¡Cuánto lo he echado de menos! Por fin comienzo a soñar y por eso soy feliz.
Una sala. Enorme. Un tocadiscos. Un disco. Empiezan a sonar los primeros acordes y apareces.
Déjame bailar contigo. Concédeme un baile. Déjame que sienta, que me emocione.. No me corrijas si me confundo, no te enfades si me equivoco en el paso, perdóname si te piso y te hago daño. Regálame un baile, aunque sea solamente uno, pero por favor que sea un tango.
Y de repente, floto, como lo hacía antes. Sólo que ahora tengo que subirme en una corchea para alcanzar una redonda, compartir mis sentimientos con una blanca, charlar con una negra o hacer reír a una semicorchea.
Una de tus manos en mi cintura, una de mis manos en tu hombro. Y las otras enlazadas. Como antes. Como tenía que ser. Y de nuevo me vuelve a faltar el aliento. Y otra vez vuelvo a fantasear. Y sé que eres solo un reflejo, un recuerdo, pero me gusta. Aún así, me gusta.
Y te puedo pedir que me cantes, que me susurres palabras bonitas al oído, que me digas qué me quieres. Pero no. Hoy no quiero nada de eso, y hoy mando yo. No me hacen falta las palabras.
Me basta con verte vibrar con cada nota cuando estás bailando conmigo. Me sobra con qué recuerdes con cada sonido. Me colma con saber qué todavía te acuerdas de mi ritmo. Un, dos, un, dos. Sigue así.
Hoy la luna brilla en esa sala, en ese cuarto, porque yo quiero que lo haga. Solos. Estamos solos. Me miras, te miro. Ya sabemos. Nada ha cambiado, aunque haya cambiado todo. Lo siento pero es que dejarse llevar suena demasiado bien. Me preguntó, ¿por qué no?
Y en esos instantes la vida se convierte en un pentagrama. Me encanta su melodía. Me vuelve loca componer. Me apasiona esa clave de sol. ¿Será eso? ¿Será que la clave es el sol? No, la clave es 262777. Lo ha sido y lo será siempre, aunque ni tú ni nadie lo entienda.
No dejes de bailar. Acompáñame un poquito más. Pero los acordes se apagan, las notas mueren, y tú te vas.
El sueño ha terminado otra vez.
Pero yo aún sigo oyendo un tarareo. Tú.