miércoles, 27 de enero de 2010

Mis escapadas


“El tango es un pensamiento triste que se puede bailar”

Una sala. Enorme. Nadie. Vacía.

Ya era hora, por fin llega. ¡Cuánto lo he echado de menos! Por fin comienzo a soñar y por eso soy feliz.

Una sala. Enorme. Un tocadiscos. Un disco. Empiezan a sonar los primeros acordes y apareces.

Déjame bailar contigo. Concédeme un baile. Déjame que sienta, que me emocione.. No me corrijas si me confundo, no te enfades si me equivoco en el paso, perdóname si te piso y te hago daño. Regálame un baile, aunque sea solamente uno, pero por favor que sea un tango.

Y de repente, floto, como lo hacía antes. Sólo que ahora tengo que subirme en una corchea para alcanzar una redonda, compartir mis sentimientos con una blanca, charlar con una negra o hacer reír a una semicorchea.

Una de tus manos en mi cintura, una de mis manos en tu hombro. Y las otras enlazadas. Como antes. Como tenía que ser. Y de nuevo me vuelve a faltar el aliento. Y otra vez vuelvo a fantasear. Y sé que eres solo un reflejo, un recuerdo, pero me gusta. Aún así, me gusta.

Y te puedo pedir que me cantes, que me susurres palabras bonitas al oído, que me digas qué me quieres. Pero no. Hoy no quiero nada de eso, y hoy mando yo. No me hacen falta las palabras.

Me basta con verte vibrar con cada nota cuando estás bailando conmigo. Me sobra con qué recuerdes con cada sonido. Me colma con saber qué todavía te acuerdas de mi ritmo. Un, dos, un, dos. Sigue así.

Hoy la luna brilla en esa sala, en ese cuarto, porque yo quiero que lo haga. Solos. Estamos solos. Me miras, te miro. Ya sabemos. Nada ha cambiado, aunque haya cambiado todo. Lo siento pero es que dejarse llevar suena demasiado bien. Me preguntó, ¿por qué no?
Y en esos instantes la vida se convierte en un pentagrama. Me encanta su melodía. Me vuelve loca componer. Me apasiona esa clave de sol. ¿Será eso? ¿Será que la clave es el sol? No, la clave es 262777. Lo ha sido y lo será siempre, aunque ni tú ni nadie lo entienda.

No dejes de bailar. Acompáñame un poquito más. Pero los acordes se apagan, las notas mueren, y tú te vas.
El sueño ha terminado otra vez.
Pero yo aún sigo oyendo un tarareo. Tú.

domingo, 17 de enero de 2010

Cuéntame un cuento


Se coló en tu refugio y tú en el suyo.
O quizás sólo era una forma de conjunción, de simbiosis.
Da igual, porque era tan perfecto, tan sublime.

Vivía en un mundo mágico y la llamaban hada. Le gustaba jugar y hacer travesuras. Pero no se encontraba del todo contenta en el bosque de sueños en el que vivía.
Un día decidió cambiar de estanque, quería un estanque nuevo. Quería lanzarse a la aventura, quería cambiar de aires. Y allí lo vio por primera vez. Extraño personaje era, no era un elfo, era un duende. Mi duende.
Un día estaban ambos sentados en un nenúfar y, de repente, tras escuchar unas palabras el hueco del corazón del hada sufrió un derrumbe, desgraciadamente había alguien dentro. ¿Alguien sabe quién era? Sí, el pequeño duende.
Cada uno huía de un pasado que no quería, que le hacía daño. Eso y un gran sentir fue lo que les unió.
Una todavía calurosa mediodía, ella vio algo que le pareció una sombra, la quiso abrazar, pero no pudo, se la escurrió de entre los brazos. No te vayas por favor, no me dejes, vamos a intentarlo. Pero no. Nadie, mejor dicho, el duende no escuchaba su llanto y se marchó. El duende se marchó. Se marchó y la seguía queriendo, sí, pero era demasiado cobarde, y eso era lo que más daño la hacía a ella.

Un espejo.
Tengo miedo.
Una imagen.

Me acerco al espejo con los ojos cerrados y con miedo los voy abriendo. Una sensación de alivio me calma el alma. ¡Ah, sí! Mira mi sonrisa. Espera que se acerca, se aleja, se queda, me huye, se distrae, me presta atención. Me enfado. ¿Por qué eres tan escurridiza? ¿por qué no te quedas conmigo como hacías antes? Vaya, otra vez recordándomelo, lo sé de sobra, sé que fecha es hoy.
Esta noche estaba soñando, pero por primera vez en mucho tiempo no era una pesadilla, de ésas que con ayuda de algodón me golpean con fuerza y luego huyen tras ver la masacre. Un sonido. Un móvil que vibra. Me despierto. Una llamada perdida. Tú. ¿Cómo sabías que soñaba contigo y no me dolía?

Hoy es uno de esos días que estoy enfadada con el mundo, uno de ésos en los que no encuentro consuelo. Hoy es uno de esos días en los que no quiero mirarme en el espejo. Pero lo hago.

Una punzada de dolor y otra vez un cadáver. El cadáver no yacía. Bueno, no yacía como solían yacer todos los cadáveres con esa sensación de paz, de tranquilidad, de reposo. Era un cadáver triste, como si alguien antes de matarle, le hubiese arrancado el alma. Miro más profundamente y me reconozco en él. Dime que esa imagen cadavérica no es la mía. Dime que ésa no soy yo. Miénteme y dime que mi corazón no está así de triste, pero ya es que no soy capaz de engañarme, cada día estoy más frágil, más dañada, más herida, más desilusionada, más desesperanzada.

Y sé que para resucitar solamente necesito sus palabras, pero nunca llegan.

Quizás el hada quiera que le devuelvan sus alas. Quizás el hada no quiere ser hada si tú no estás.
No, en este instante quiero volver a ser sirena para salir del ancho mar e irme a vivir de nuevo a tu bañera...

Mientras sólo soy la luna, o su reflejo triste, porque sin ti nunca más habrá luna llena...