domingo, 27 de marzo de 2011

Ellos

¿De qué sirve la vida cuando la soledad te concede el silencio de días vacíos?

Algo. Me falta algo. Llevo tiempo preguntándome el qué. Y sólo siento eso, confusión. Necesito algo que me llene, que me de la vida. Mejor, quiero encontrar el sentido a mi vida. Me cansé de ser un juguete del destino. Y me doy cuenta que después de casi dos años sacándole partido a los cinco sentidos no logro descubrir qué es. Que después de haber lidiado con mil estrategias no sé dónde buscar.

Y sin querer he acertado de lleno. Ellos.

¿Dónde quedó aquella plenitud cada vez que alguien se deshacía en agradecimientos? ¿Dónde se metió aquel aroma a prácticas de hospital? ¿Dónde se escondió el gusto por esa ilusión ferviente y entusiasta de la fisioterapia? ¿Dónde desenpolvar la felicidad al proporcionar bienestar y mejoría a los demás? Plenitud, eso es lo que busco. Sentirme realizada.

Y sé dónde está. Y sé dónde ir. Y sé qué hacer.

Está en ellos. Está en mí. Está en estas ganas. Y entonces, sólo entonces cuando me pongo ese uniforme blanco y me dispongo a trabajar es cuando soy capaz de hacer desaparecer todos los problemas y ser realmente feliz.


Lo echo de menos. Y mucho.

Tengo síndrome de abstinencia. Sí, tengo síndrome de abstinencia de ellos...

viernes, 11 de febrero de 2011

Maquillaje


Un poco de pote para tapar las imperfecciones. Colorete para dar frescura. Labial rojo para demostrar seguridad. Rímel para dar fuerza a los ojos.
Mírate al espejo. Perfecta, estás perfecta.
Pónte ese vestido negro. Sí, ése que intuyes que le encanta. Tacones. La cabeza alta. Y esbozar una sonrisa. Que no se note que has llorado. Que él no lo note.


Pero otra vez la misma sensación. Maldita sensación. Otra vez con niebla en las pestañas.

martes, 14 de diciembre de 2010

Sonriendo

Hipertrofia del cigomático mayor. Tengo una sonrisa que contar. Quiero contarla sin brillo ni pintalabios color carmín. Quiero contarla como es, sin quelitis ni herpes labiales. Sin gala ni ornamentación.

Eres tú. Causante inherente de mis locuras. Tu brillo pupilar haciendo mella en mi médula espinal. Guardián calmado de mis reacciones enzimáticas. Promotor del aumento de mi volumen sistólico. Autor del lienzo de mi felicidad. Desencadenante del aumento de mi frecuencia cardíaca. Cómplice de disparates de mi sistema límbico incontrolado.

Frente a frente. Choque de miradas. Silencio. Y dejar que pase el tiempo. Ver reflejada en tu retina la certeza de que lo quiero todo contigo. Atravesar hasta llegar a tu memoria y quedarme allí diseñando recuerdos que voy a fabricar a tu lado. Simplemente querer que sigas siendo mi deuda de oxígeno.


...Y es que me encanta como tu relieve ventral encaja a la perfección con mi lordosis lumbar...

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Perdida


Conocía el camino como la palma de mi mano. Y me alejé de él. Porque quise, porque es lo que sentía, porque quería romper reglas, porque añoraba ser una rebelde, pero sobre todo, porque no quería ser lo que los demás esperaban que fuera. Y me iba bien.

Pero últimamente me siento como una hoja en otoño. Volando a merced del viento. Con dirección a ninguna parte. Con final previsto pero camino incierto. Hoja caduca que muere cada año. Pero no hago nada. Resignación admirable, lo definiría yo. Conformismo y sumisión. Lo peor de todo es que cada vez más a menudo se me apaga la sonrisa, me lloran los ojos, y me desaparecen los hoyuelos en las mejillas. Una lástima, lo sé. Pero sigo sonriendo. Sí, pero lo hago por obligación. Porque un día me prometí no dejar nunca de sonreír. Sonrisa triste, aunque sea, pero sonrisa. Y no por mí, sino por los demás.

Y quizás sea eso, demasiadas cuentas pendientes. O quizás es que a esta niña ingenua no le gusta jugar a este rompecabezas. O quizás es que la niebla no me deja ver la luna. O quizás es que estoy viviendo una vida que no me corresponde. O quizás es que me siento culpable de que esto esté pasando. O quizás es que esta historia está empezando a coincidir en muchos puntos con pesadillas del pasado. O quizás es que me falta ese apoyo que estando lejos me das a medias. O quizás... O...

Solamente sé que estoy perdida. Y que no sé qué hacer. Será eso, que ahora sólo estoy existiendo y lo que extraño y de verdad quiero es vivir. Pero es que la vida no tiene recetas. Y posiblemente éste no sea mi sitio, o probablemente sí.

Y es que yo tampoco sé vivir, estoy improvisando...

jueves, 2 de septiembre de 2010

Olor a despedida

No me acuerdo del tiempo que llevo sin escribir. Ni me interesa ya. Me parece una tontería. Sí, me parece una pérdida de tiempo esta literatura barata que escribo. Sucia y falta de talento. Y tras mucho tiempo pensando, decido dejarlo. Es una decisión difícil, no se crean.

Y como ahora tengo tanto tiempo agujereado, adopto la idea de dar una vuelta. Pero quiero un sitio que no me recuerde a nadie, ni siquiera a mí. Quiero un lugar neutral, dónde ni las plantas, ni los bichos me conozcan. Estoy harta de este lugar desgastado, de ese tacto áspero que ahora me invade. Y me siento en un banco y no siento nada o lo vuelvo a sentir todo. Y ya no quiero.

Me derrumbo. Deja de perseguirme. Sí, es que todo es literatura. En mi estantería, algunas de las letras de arte que más han engatusado a los lectores. En el buzón, un panfleto difamador de propaganda política. En mi mesa, la factura del agua. Hasta eso es literatura. ¿Pero saben por qué? Porque todo ello ha sido concebido como literatura, y solamente por el simple motivo de que sus autores saben que existe.

Y me planteo el motivo por el cual escribo. Y cavilo en todo lo que ha sido mi vida. En todo lo que he pasado. Puedo decir que nunca he sido completamente feliz, ni siquiera en esos momentos en los que he tratado de engañarme. Y quizás es porque todo lo que me importaba, se me ha acercado sólo para decirme adiós. Y es que la literatura era mi refugio. Y escribir, mi consuelo. Será por eso, que prefiero despedirme de ella antes que la inspiración me diga adiós.

Sí, este blog tenía una razón. Habéis leído bien, tenía. Ya no. No tiene sentido continuar con algo cuyo motivo de existir se evaporó.

Entonces, ¿por qué no dejo de reprocharme no escribir más? La verdad es que no he dejado nunca de escribir o eso creo, porque así soy yo. Soy escritura. Pero ahora estoy deprimida. Estoy exhausta. Y no quiero escribir más. O mejor dicho, no quiero publicar. Por lo menos aquí. Y creo que ése es el verdadero motivo.

Y quiera o no, esto son los bocetos de un adiós.
Y me guste o no, esto que estoy haciendo hoy es escribir, aunque me pese en el alma...

miércoles, 16 de junio de 2010

Un susurro de ilusionismo

La encontré un día por casualidad. Ruinoso caserón viejo abandonado. La curiosidad me devoró. Entré. Crujido de maderas. Habitación llena de trastos. Inquieta, no paraba de remover entre los cachivaches. Y no sabía porque lo hacía. Mi cuerpo se había convertido en una marioneta. ¿Quién o qué movía los hilos? No lo sé. Pero era una fuerza indescifrable y enigmática la que me guiaba. Y yo me dejé llevar, una vez más. Revolvía. Hasta que lo encontré. Soplé y una cortina de humo salió huyéndome. Era un gramófono. Y desde el primer momento que lo vi, me eclipsé. Y la vibración insonora de sus ondas me invitaba a llevármelo. Lo hicé.

Lo llevaba siempre conmigo. A todas partes. A todo acontecimiento. Era una parte más de mí. El gramófono y yo. Yo y el gramófono. No importaban los paseos con la lengua fuera. No dolían las vueltas a casa asfixiada porque se me había olvidado la púa. Y ¡ay de mí cuando me dejé caer el plato giratorio y creí que se había roto! Éramos inseparables.



Aquella noche, como tantas otras de esas visitas furtivas a tu piel, también estaba. Y sonaba como ruido de fondo. Se cerró la luz. Y juntos caímos envueltos en los brazos de Morfeo.
Bombardeo de colores. Un brazo de ése deslumbrante arco iris matinal me acarició el pecho. Tú dormías. Y mientras, yo te intentaba memorizar los lunares y saber dónde comenzaba tu barba.

Pienso en nosotros. Cavilo en un nosotros en sepia. Parece que estamos a principios del siglo XX. Será la magia del gramófono. Ese halo de nigromancia. O esa aroma a fascinante incienso.
Y no me resisto a darte un beso. Suave, pero cálido. Y despiertas. Me regalas ese brillo que me trastorna.
Es un enigma el cómo suspiras a través de mi pelo enmarañado. Es un misterio verme embobada en tu pupila. Y se me pierde el sentido común, como tantas veces cuando estoy a tu lado.

¿Y quién sabe? Quizás el sonido de los acordes clásicos revoloteando sobre mis pulmones me hicieron comprender muchas cosas.

Y es que si mi mirada baila con la tuya, el momento es lo de menos.

lunes, 14 de junio de 2010

"Aviso, no apto para todos los públicos"

Como el arranque de una película. Sin cortes publicitarios. Sin subtítulos por favor. Versión original, aunque no entienda. Pero voy a intentar captar la esencia. Perdonen si no logro encontrar las palabras adecuadas, pero es que quizás este relato se sale de mi órbita.

Hoy te voy a contar una historia. El fin del principio de esta historia comienza en él. Y el principio del fin no quiero saberlo. Voy a alargarlo como si de un chicle se tratara.

Y quizás se enamoraron con algún licor. Quizás con alguna versión cinematográfica. O quizás entre esas conversaciones candentes a media noche. ¿Quién sabe? O a lo mejor ya estaban enamorados antes de conocerse.

Y a veces son una comedia romántica. Una venganza. Una invitación a mi alcoba. Una palestina. Sí, tienes que taparte los ojos. No toques. Sabor dulzón y pegajoso. Ganas de juego. Risas. Agua. Inundación.

Pero otras fueron una tragedia. Una tragedia con final feliz. No es una antítesis. Es que a mí me gustan los finales felices. Como a todos, supongo. Escape y huida obligada. Y sorpresiva vuelta esperanzada.

O una película de terror. Una noche. Dormir contigo. Tú no llegas. No aguanto más. Te espero en tu cuarto. Suena la bajada del pomo. Tú. Una visión. Un grito. No grites, soy yo. Y encima te tomas la revancha.

Y todo se convierte en cine histórico cuando me absorbes con esas historias. Aspiras mi atención. Y en esos momentos me encanta saber que de noche la que mueve tu alma soy yo y que nadie más lo sepa. Y me eclipso en ese secreto.

En ocasiones consigues que yo sea tragicomedia. Y entonces me da igual convertirme en arquetipo. Me encanta que me incites a buscar ideales. ¿Lo mejor? Que ya no quiero esa lista de ideales clásicos, que si amor, fraternidad, amistad. Me apetece ser felicidad.

También consigues ser como una escena de cine mudo. Porque a veces, sólo a veces, sobran las palabras. Porque me lo dices todo cuando me miras con ese brillo pupilar. Aunque ya sepas que a mí me encandila la melodía alocada de "tus te quieros" retumbando en mis oídos.

Pero el género cinematográfico que sirve de telón es el fantástico. Telepatía. Aura de complicidad. Brotes de paranormalidad. Y juro que no soy yo. ¿No hueles como a magia?

Y todo esto para mí no son solo palabras. O quizás sí lo sean. Pero son palabras que han creado un mensaje.
¿Necesitas que te lo resuma? Dos palabras. Me bastan dos palabras. Te quiero



¿Seguimos grabando?