jueves, 8 de abril de 2010

Vienes, te vas...

Tranquilidad. Paz. Desasosiego. Pizcas de curiosidad. Gotas de añoranza. Eso sentía sin saber nada de ti. E intentaba empezar de cero. E intentaba darse a ella misma una posibilidad de ser feliz. Se había suicidado de sus sentimientos hacia él. Y empezaba a ser feliz.

Pero de repente tú otra vez. No. Había decidido que no, que ella merecía algo más. Había intentado grabar a fuego que no tenía porqué aguantar todo ese sufrimiento. Que no iba a ser un segundo en el menú de nadie. Por primera vez no se sentía culpable de todos tus desplantes, de todo lo que había pasado, al contrario, se sentía orgullosa de haber amado a alguien así, porque sabía que aquello había sido especial. Y que no se iba a volver a repetir. Ninguno de los dos volvería a sentir algo igual, lo sabían, porque aquello había sido magia. Y había cerrado con candado, para dejarle fuera.

Inquietud. Y tu insistencia.
Y no sé en que momento te abrió. ¿En qué MALDITO momento te había dejado volver?
¡Mierda! Ahora recordaba que era tontería intentar chapar todo, porque ya te había cerrado dentro y te había regalado el candado y eso, sólo era su culpa. ¡Alé, termina con ella! Como si no fuera suficiente todo lo que había vivido hasta entonces. Pero venga, sólo te queda un golpe. ¿Y sabes que es lo peor? Que ella sólo está esperando temerosa ese puñal envenenado.

Nerviosismo. Oleaje embravecido. Tristeza. Melancolía. Dolor. Otra vez más no, por favor.
Y se vuelve a morir de pena por ti.
Y se derrumba. Por todo. Por ser tan ingenua. Por ser tan estúpida. Por negarse a cambiar de esquemas. Por decir que no a las oportunidades que le podrían conducir a la felicidad. Por hacerle daño a él, que sólo quiere verla feliz.

Y recuerda un cielo precioso. Brillante, iluminado, estrellado. Como esa noche de verano hace tres años, en la que veía esa lluvia de estrellas desde su cama, con el susurro de su voz en su oído.

¿Y ahora? Ahora ella es deseo. Es el deseo de una noche de verano. Es el deseo de la locura. El deseo de la magia. Es el deseo eterno.

Pero para hacer realidad un deseo, primero hay que desearlo...

"Siempre esos sentimientos encontrados, enfrentados.
Tengo ganas de ti y tengo ganas de no tener ganas de ti."